Caprichos de una puta
Tan fría, tan cálida
Desesperada del frío que sentía, me lancé a las llamas del autoplacer en busca de ese calor,
de aquel que necesitaba y solo lograba encontrar cuando mis manos rozan mis muslos,
mis dedos se deslizan dentro una, otra y otra vez...
Y vibro al compás de sensaciones hasta que en un estallido me dejo acabar, dándome todo a mí, siempre a mí y solo a mí.
Desfragmentada
Recuerdo el día que perdí la cabeza, ya que desde ese momento vivo perdiendo y adhiriendo trozos a este cuerpo que deambula desfragmentado.
Caminan junto a mí un par de labios que nunca guardan silencio, aquellos que fui robando a viejos amores a mitad de camino.
Un par de sombras que se arrastran cada vez más lejanas y unas cuantas manos celosas que deciden despertarme por la madrugada, arrancándome trozos de piel sin piedad alguna.
Aquellas determinan distanciarme de mis sueños, frías y sádicas, creo recordarlas, sospecho son de él, escriben y tocan como él.
Mal intención
Otra vez desperté en esta cama, esta que tiene más de muerte y olvido, que de dulces sueños.
Aquí la soledad llega desde adentro, porque te recuerdo cada vez que el aire me hace temblar y rememoro tu último espasmo, aquel que decidí robar y terminé despojando de tu boca tímida.
Pasan los minutos y sigo aquí, evocando el recuerdo de habernos lanzado ferozmente a las sabanas en llamas, mientras jugaba a desesperarte con besos lentos y tú y tus manos juguetonas decidían ir por más.
Se abalanzaban nerviosas sobre mi espalda, rogando impacientemente un poco más.
Supieras cómo lo disfrutaba, ahogando una sonrisa en silencio y observando tu desesperación, te besé, te besé lentamente mientras dulces mentiras salían como un torbellino deslizándose y envenenando cada poro de tu piel, esas mentiras que te envolvían y volvían a hacer que creyeras en mí.
Memorias de un cariño
La memoria despertó, recordando tú lengua bajando por mi cintura, tus dedos tibios dentro de mi boca y cada fibra de tú cuerpo consumida por el mío, evocando orgasmos dignos de ser grabados para nunca ser olvidados, caricias desbordantes de ternura y besos merecedores de ser inmortalizados, pero cada recuerdo comienza a deshojarse entre mis dedos, arden en mis manos y caen al suelo, ¡pobres! , fueron tan gloriosos que merecían más.
Pero sin quererlo, como método de autodefensa de mi memoria, rápidamente se van.
Se desmoronan junto al tic-tac del reloj, aquel que me previene que cada segundo, minuto y días se tornarán arena y terminarán perdidos en mis dunas del olvido.
Caricias fugaces
Yo solo te pedía que no habláramos de amor, que sin más fuéramos caricias fugaces, silencios cómplices, un alboroto en medio de la tempestad de sensaciones que vivíamos entre sábanas, sin embargo rompiste el trato, gemiste te quiero, mi amor y las palabras quedaron flotando un momento.
Mientras observabas mi rechazo y yo tus ojos secos, tu rostro invadido por la sensación de fraude de robo, de años inútilmente detenidos, casi pude contemplar tus pensamientos y esa voluntad absolutamente debilitada.
Por esto es que decliné aquella disculpa, esa tan poco sincera y opté por quedarme en silencio, hundida en mis pensamientos, sin lograr dejar de reprocharme, por qué lo complicamos tanto, si cuando lo hacíamos, hasta parecía que nos queríamos.
Sombras húmedas
Y bailas al son de una tonta canción que suena en la radio, hipnotizada contemplo tus movimientos pero al pasar los minutos cuando nuestros cuerpos se enfrían, recaigo en que si, esto no me hace desgraciada pero tampoco ni un minuto feliz.
Me visto y me marcho sintiéndome capaz de sostener cada recuerdo en mis manos, moldear uno junto al otro hasta formar un muro colmado de egoísmo, flores, árboles sedientos, sombras húmedas, cadáveres que carecen de rostros difuminados en una neblina densa.
Tan densa que me quita un segundo el aire y me precave que a momentos el frío me estremecerá y las palabras se desbordaran hacia la superficie en un torrente de gritos y lágrimas.